El Marraco

El origen

El origen del Marraco, hay que situarlo en un ser fantástico y malévolo, recurso de los adultos para asustar a las criaturas. Gritar el marraco con esta finalidad no es un hecho exclusivo de Lleida, sino que también se le llamaba así al Maestrat y a Menorca con la variante marreco, cuando querían dar miedo a los pequeños. Invocar al Marraco en territorios de habla catalana sería como invocar al coco en territorios de habla castellana.

En el marco de un proceso de revitalización festivo más amplio, en 1906 se llevó a cabo la reforma de los gigantes faraones y en 1908 se crearon nuevos elementos festivos para revitalizar y hacer más lucido el séquito del Pregón, en 1907, un grupo de leridanos, encabezados desde el Ayuntamiento por el teniente de alcalde republicano, Manuel Soldevila y Carrera, decidieron dar forma corpórea a aquel ser fantástico. Así nació Marraco.

1907-1912 /1915

El primer Marraco fue construido con serias dificultades. Inicialmente iba montado sobre un carro de difuntos y estaba hecho con una carcasa de madera inicialmente recubierta de escayola. Una tormenta le deshizo cinco días antes de la Fiesta Mayor y finalmente se le recubrió el cuerpo con papel de estraza. Se presentó el día 10 de mayo al inicio del Pregón.

Este Marraco salió ininterrumpidamente hasta 1912 y reapareció por última vez en 1915, aunque desde entonces siempre hubo voces que reclamaron su reaparición, como la del concejal Costa, que en el pleno municipal la reclamó por la Fiesta Mayor del 1932.

1941-1955

En 1941 reapareció el Marraco, fruto del encargo de la Comisión de Fiestas, Ferias y Mercados en el taller barcelonés de A. Domènech, artesano especialista en imaginería y carrozas festivas. El cuerpo fue moldeado con yeso sobre tela metálica y montado sobre el chasis de un antiguo camión. Costó 6.152,35 pesetas.

Este Marraco, como el anterior, era arrastrado por un grupo de hombres a los que el Ayuntamiento gratificaba. También le unía con el anterior Marraco el hecho de que ambos tenían la función principal de tragar a los niños y niñas por la boca y expulsarlos por la cola, que funcionaba como un tobogán. Al salir, se les daba una golosina.

En 1955 fue la última vez que este Marraco salió a la calle. Al año siguiente la comisión de fiestas le suprimió dadas las dificultades de movilidad que tenía y el alto coste que suponía sacarlo. Ahora bien, el compromiso de la comisión era hacer uno nuevo lo antes posible.

1957 –1992

Consecuencia de este compromiso se planteó cómo debía hacerse el nuevo Marraco, con ruedas, o con patas, al estilo de las bestias festivas catalanas. Fruto de una encuesta que se realizó y de la voluntad modernizadora, se acabó motorizando, montándolo sobre un chasis de automóvil y haciendo que la cabeza y el cuello fueran móviles, y se le iluminaran los ojos y que fuera mayor que el anterior. El nuevo Marraco, que perdería definitivamente su característica principal, la de tragar a los niños, fue construido bajo la dirección del arquitecto municipal Lluís Domènech i Torres. Se presentó el 14 de mayo de 1957.

Su estreno fue un acto sonado. A las 18h del día 14 salió la rúa que debía liberar a la bestia, supuestamente capturada en la “Sierra del Pinell” por un paleontólogo birmano, formada por bandas de música, motoristas del Moto Club y Vespa Club, gigantes, bastoncillos, cabezudos , los exploradores que lo capturaron y una corrua de fieras del Circo Italiano, que en aquellos días hacía estancia en la ciudad.

El nuevo Marraco estaría en activo hasta 1992, aunque en 1982 y debido a las riadas de ese año, hubo que rehacerlo casi en su totalidad, trabajo que llevó a cabo Josep Pepin Cano.

1993

El Marraco que conocemos hoy en día es fruto de una renovación del elemento insigne del bestiario leridano que se realizó en 1993. Joan Miró, quien también ha trabajado en muchas otras piezas de la imaginería festiva leridana como los gigantes, cabezudos y caballetes, cambió su cuerpo de yeso, tela metálica y madera por una réplica de fibra de vidrio.

A día de hoy el Marraco está bien vivo y, sin duda, se ha convertido en uno de los iconos de la fiesta leridana y si por un lado todavía puede ser el elemento misterioso que nos ayuda a hacer que los niños y las niñas de Lleida sean obedientes, también, para ellos, representa un paso simbólico que se están haciendo mayores, con la entrega de los chupetes cuando esta bestia gigantesca aparece en las calles de Lleida por Fiesta Mayor.